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Trabajo de reparación del vínculo a través de la Terapia Psicomotriz

Fecha: 28/10/2020

Autor: Pablo Gutiérrez

Cargo: Educador Social y Psicomotricista del EIPSE de Busturialdea

Introducción:
 
La intención de este artículo es compartir con vosotras y vosotros la experiencia del programa de Ayuda Psicomotriz que se viene realizando desde el Equipo de Intervención Psico-Socio-Educativa donde trabajo y que se presentó, en una pincelada, en uno de los paneles de las XIV Jornadas de Psicomotricidad de Gasteiz, centradas en esa ocasión en el valor del vínculo. Vínculo que, en muchas de las niñas y niños que acompañamos, encontramos que está dañado o presenta diferentes carencias, quedando éstas inscritas en su estructura psíquica y que les impiden un encuentro y relaciones saludables con su entorno cercano. Y quien mejor para ayudar en esta reparación de este vínculo que los propios padres y madres (u otras figuras cercanas de apego seguro) en relación directa con sus hijos e hijas dentro de la sala de psicomotricidad, siendo nosotros (los y las psicomotricistas) acompañantes de un proceso de reparación y en muchas ocasiones observadores emocionados de una re-actualización y de un engrosamiento de ese frágil vínculo.
 
 
Elementos que ayudan a situar el contexto de la intervención:
 
            La intervención realizada se enmarca dentro de un contexto institucional. Se sitúa dentro del marco de trabajo de la Mancomunidad de Servicios Sociales de Busturialdea. Unidad de Trabajo Social ubicada en Gernika-Lumo y compuesta por 18 municipios del entorno de este enclave bizkaino. Esta institución tiene por objetivo el cubrir las necesidades sociales de los municipios que lo componen, como por ejemplo; promocionar la protección y el apoyo a la familia, promocionar el bienestar social de la infancia y la juventud en situación de desventaja social, apoyo a la tercera edad, promover acciones y servicios de prevención, prevenir y eliminar causas de marginación, promover los recursos necesarios para la información y asesoramiento de todos los ciudadanos de sus derechos sociales,  etc.
 
            Para la consecución de los objetivos planteados, los Servicios Sociales de Base (SSB) cuentan con un Equipo de Intervención Psico-Socio-Educativa (EIPSE). Equipo gestionado por la cooperativa Agintzari y formado por una psicóloga y tres educadores/as que trabajan con menores y familias en situación de desprotección, en dificultad y/o riesgo social, trabajando sobre todo desde un contexto preventivo, psicológico y educativo.
           El trabajo de relación directa con familias y menores se suele estructurar en dos líneas de intervención diferenciadas; individual (acompañamientos, seguimientos, apoyos, etc) y grupal (con menores, adolescentes, personas adultas, etc).
 
            Desde el año 2005 se viene desarrollando desde el EIPSE, en tres centros educativos de la zona, un programa centrado en la Práctica Psicomotriz de Ayuda, con la intención de acompañar a menores con dificultades evolutivas, afectivas, comportamentales, de aprendizaje, etc. Metodología que da continuidad y complementa al programa de intervención Psicomotriz educativa comenzado en el curso 2002/2003. Mantenemos relación con menores influenciados en la mayoría de los casos por la dinámica familiar en la que están inmersos. Dinámicas que presentan en algunos momentos dificultades en las habilidades parentales de crianza y con una serie de carencias y/o privaciones a diferentes niveles (existenciales, afectivos, materiales, relacionales, etc), que dificultan el buen desarrollo evolutivo del niño o niña.
 
El desarrollo del programa de Intervención Psicomotriz, dentro de la oferta de recursos a la infancia y familia por parte de la Mancomunidad de Servicios Sociales de Busturialdea, tiene como base los siguientes principios:
  1. La incorporación a la red primaria de recursos multidisciplinares psico-socio-educativos con el objetivo de complementar las prestaciones actuales de los Servicios Sociales, consolidando la función preventiva y protectora de los mismos dentro del sistema de protección a la infancia.
  2. Posibilitar una mirada y acceder a menores de entre 3 y 12 años, con la intención de valorar su situación y ofertar un espacio donde el acompañamiento y el trabajo emocional pueda estar presente.
  3. Ofertar desde el SSB una intervención específica desde lo corporal y el juego, a niños y niñas con dificultades para el establecimiento de la relación.
  4. Todo ello a través de una intervención terapéutica basada en los principios teóricos y prácticos de la Practica Psicomotriz de Bernard Aucouturier.
Con el objetivo de:
  1. Promover espacios terapéuticos individuales y grupales desde un contexto de intervención Psicomotriz que permita a los menores con los que se mantiene una relación educativa con sus padres y madres desde el Servicio Social de Base, trabajar sus dificultades de relación, emocionales y sociales desde una metodología corporal y vivencial; posibilitando la reparación de vivencias negativas que se han quedado inscritas en la estructura psíquica del niño o niña y que no permiten un vínculo sano con su entorno.    
 
Esta metodología plantea desde un primer momento mantener una relación y comunicación constante con el contexto familiar, escolar y social del niño y niña. El objetivo de esta comunicación con su entorno viene marcado por la premisa de entender todo este entorno como una estructura sistémica, un conjunto en interacción dinámica. Esto nos lleva a entender que el estado de cada uno de los miembros que componen este conjunto, está determinado por el estado de cada uno de los otros.
 
La aplicación de esta perspectiva sistémica en el desarrollo del programa de Ayuda Psicomotriz precisa observar cómo deben integrarse en el mismo los principios que sustentan esta perspectiva (los órdenes del amor en el sistema familiar), a fin de conseguir el objetivo planteado. Así pues, hay que atender a lo siguiente (Parellada 2006):
  1. La importancia del orden, una mirada transgeneracional.
  2. El valor de la inclusión de todos los elementos de la intervención o acompañamiento psico-socio-educativo.
  3. La importancia de las lealtades a los contextos de los que provenimos.
  4. La importancia de las interacciones dentro del sistema (cualquier elemento disfuncional puede afectar al resto de elementos).
  5. Los órdenes y desórdenes dentro del sistema. La mayoría de las veces operan de forma inconsciente. Se trata de identificar los desórdenes y poner la mirada en las soluciones que pueden hacer más funcional y operativo el sistema favoreciendo el aprendizaje y el bienestar de todos los y las participantes.
Hacemos especial hincapié en esta perspectiva sistémica, porque es desde este modelo, incorporado y ajustado de manera perfecta a la perspectiva psicomotriz, desde donde realizamos nuestro trabajo, complementando y dotando de una mayor fuerza en la sala de psicomotricidad a la capacidad de restauración del vínculo. Es este objetivo, la restauración o recuperación del vínculo, el que ha hecho que en muchas de las ocasiones sean las propias madres (porcentaje ampliamente mayoritario), o padres junto a sus hijos e hijas las protagonistas de las sesiones.
 
 
Desarrollo del programa:
 
El proceso de intervención, la relación con la familia y con todo su sistema puede comenzar de diferentes maneras. O bien porque algún miembro de la familia acude directamente al Servicio Social de Base, preocupados por algún aspecto del sistema familiar (dificultades socio educativas de los adultos o de sus hijos o hijas, relaciones o situaciones familiares dañinas o carenciadas, etc.), o derivados por algún recurso social, educativo, sanitario de la zona. En un primer momento es una Trabajadora Social la que acoge a la familia con su demanda y la que, después de conocer la situación, propone un determinado acompañamiento educativo o participación en uno de los diferentes programas que tiene la Mancomunidad de Servicios Sociales según la situación o demanda planteada. Siendo uno de estos, el programa de Ayuda Psicomotriz.
 
En un alto porcentaje de las demandas planteadas observamos dificultades de relación, emocionales y sociales, como consecuencia de un vínculo frágil entre las madres y padres y sus hijos e hijas. Vínculo construido a lo largo de los primeros años de vida y de relación. Entendemos que “los vínculos en la infancia hacen referencia a las relaciones que establecen los niños con otras personas para sentirse protegidos y seguros. Tienen la función de generar una relación de contención, sostén y confianza. En los primeros años de vida este vínculo se construye a través de las relaciones corporales que establecen con las personas que les rodean. A través del cuerpo, mediante el diálogo tónico, los niños se sienten cuidados, queridos y aceptados o maltratados y rechazados”.
 
En la mayoría de las ocasiones, los niños y niñas con los que mantenemos relación desde el EIPSE no han podido generar relaciones seguras, ya que los contextos familiares donde han crecido no han podido ofrecerles una relación de calidad que generase un vínculo seguro. Teniendo en cuenta el modelo de buenos tratos infantiles de J.Barudy y M. Dantagnan, esta dificultad de crear este tipo de vínculo genera dificultades en sus conductas (estrategias relacionales) y en sus representaciones mentales (quien soy yo, como me relaciono según mis experiencias de vida). Es habitual que muchos de estos menores muestren un tipo de vínculo evitativo, ansioso-ambivalente o desorganizado. Mostrando, entre otros indicadores, una mayor dificultad de regulación emocional, poca empatía, mayor dificultad de la capacidad reflexiva, poca o nula implicación del niño o niña en el juego simbólico y en definitiva un hándicap en su desarrollo social y afectivo.
 
La participación de un niño o niña en el programa de Ayuda Psicomotriz pretende ofertar un espacio seguro desde donde poder ayudar a reparar, junto con su figura de apego, su frágil relación vincular. La presencia de la madre, padre, u otra figura de apego en la sala no se tiene por qué dar desde el comienzo del proceso de Ayuda Psicomotriz, sino que se va valorando con todas las partes (niño, niña, madre, padre, otras figuras de apego, profesionales): la necesidad de la presencia en la sala de esa persona, el momento más oportuno en el que se puede incorporar, los objetivos y las acciones a realizar dentro de la sala de psicomotricidad (ya que en muchas ocasiones no es un no querer, sino un no poder o no saber responder a las demandas explícitas del menor).
 
Es en este espacio, donde el niño o niña se encuentra seguro y con la ayuda y presencia del psicomotricista que le acompaña en su proceso, donde puede preguntar directamente a su figura de apego por cuestiones que le preocupan, le angustian y que en muchas ocasiones no le permiten estar de manera tranquila en la escuela, en la familia, en las relaciones con iguales y con él mismo o con ella misma. Preocupaciones que salen a la superficie y que hasta que no se puedan responder de manera suficientemente adecuada, van a impedir el proceso emocional del menor, generando “lazos de preocupación” que tienen que ser liberados. En muchas ocasiones hay actuaciones, situaciones socio-económicas difíciles y silenciadas, “secretos familiares” de los que se piensa que los niños o niñas son desconocedores, pero de los que son totalmente partícipes aun en corta edad, y que al no ser explicados o aceptados se magnifican, creando situaciones de malestar, de angustia, de fidelidad y lealtades familiares no entendidas que han podido repercutir en el establecimiento de un vínculo seguro. Vínculo donde observamos que ha predominado una dinámica de presencia y ausencia continuada de la figura de referencia, generando en muchas ocasiones una sensación de ruptura en la relación, de soledad, de pérdida en el niño o la niña, que los acompañará en todo su proceso evolutivo y emocional.
 
Las respuestas a estas preocupaciones y angustias pueden ser en muchas ocasiones de manera verbal, pero las sensaciones que han impregnado, que se han quedado marcadas en el cuerpo del niño o niña y también en el del adulto son jugadas, mostradas en las dinámicas corporales que afloran en la sala. Son dinámicas que permiten representar esa ausencia física y/o emocional en las primeras etapas, que posibilitan asomar de manera inconsciente a la superficie estas angustias y malestares no resueltos, reactualizando situaciones y conflictos engramados en la estructura más interna del niño o niña y que permiten en este espacio y junto con su figura de apego, ser nombradas y mostradas como un primer paso hacía una liberación del conflicto y hacía una reparación o fortalecimiento de un vínculo frágil. Reparación que encontrará reflejo en los diferentes ámbitos y áreas de los miembros del sistema familiar, fortaleciéndolo y recolocándose cada uno de ellos para poder favorecer la escucha y la comunicación entre sus componentes, pudiéndose acompañar con una mayor calidez y calidad en este contexto vital.
 
Se observan en estas sesiones conjuntas numerosas dinámicas de enfado y agresión hacía la figura de apego presente en la sala, de solicitud explícita de maternaje y de cuidado, dinámicas de displacer y de placer, descubriendo en muchas ocasiones, una forma diferente de relacionarse, de jugar, de reconocerse mutuamente y de comunicarse entre el niño o niña y su madre o figura significativa. Una madre que, en muchos casos, debido a su propia historia de vida y debido al sistema familiar en el que están inmersos, ha tenido dificultades para establecer un vínculo suficientemente sano con su hijo o hija.
 
Todo el trabajo realizado por esta figura de apego se ve reforzado a través del acompañamiento y relación con otra figura del equipo (EIPSE) fuera de la sala de psicomotricidad. Ya sea desde un acompañamiento educativo, psicológico o el realizado desde la propia Trabajadora Social durante todo el proceso de intervención. Esta intervención desde diferentes recursos y diferentes figuras profesionales, genera espacios imprescindibles de trabajo compartido, de coordinación y de reflexión junto a los diferentes recursos que trabajan a favor del niño o niña. Todo ello junto a los padres y madres, protagonistas con sus hijos e hijas del proceso, solventando las dudas que puedan surgir, modificando acciones y reforzando actuaciones que generan un impacto positivo en el objetivo final del reforzamiento del vínculo. Este trabajo coordinado complementa el realizado en la sala de psicomotricidad, reforzando las competencias parentales y pudiendo así aumentar las capacidades resilientes de sus hijos e hijas.
 
Pensamos y observamos desde esta experiencia, que la Ayuda Psicomotriz, con el protagonismo de la madre y el padre en todo el proceso (coordinaciones con los profesionales, sesiones individuales y/o familiares, etc) y con su presencia en las sesiones facilita la reparación, en la medida que sea posible, de ese vínculo frágil entre ellos y sus hijos o hijas. Pudiendo disfrutar de la experiencia de una relación diferente, novedosa entre ellos, dentro de un espacio seguro y con el acompañamiento de un psicomotricista que los acompañe siendo testigo emocionado en su proceso de restauración del vínculo, posibilitando el contexto de creación de “tiritas de vínculo afectivo” que permitan fortalecer una relación que les ayude a ambos en su presente y en su futuro.
 
 
 

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